¿Y los valores para cuándo?
Me va a permitir que haya titulado este artículo con una pregunta parafraseando una célebre canción de una cantante que, Dios me libre, no me gusta pero sí que gusta a muchos de mis alumnos. Sé que suena a excusa pero ya saben aquello que decía Ortega y Gasset sobre las circunstancias y uno mismo.
Hay noticias que marcan el estado moral de un país. Incluso algunas revelan cómo son las personas y qué les motiva ya que las acciones suelen ser la mejor forma de definir a alguien, para bien o para mal. La mayor parte para mal, dicho sea de paso.
Resulta que un niño con parálisis cerebral era ayudado todos los días por los bomberos para bajarlo desde un cuarto piso. Apenas podía moverse y vivía solo con su madre, la cual apenas tenía medios para mantenerlo. Ya saben, cosas del neoliberalismo reinante que tiene como dogma que los sueldos sean muy bajos para todos salvo, claro está, para los apóstoles de esa ideología que no se ven implicados en lo que predican. Un colosal ejemplo, sin duda, de hipocresía e, incluso, de tener la cara de titanio reforzado, que diría un castizo.
Estos bomberos y demás gente bondadosa consiguen recaudar 6.000 Euros para ayudar a esta familia y que tengan un poco de esperanza. Acción que suele suceder más a menudo de lo que nos parece pero a la que no se le da la relevancia que merecería porque, sencillamente, serían un montón de pruebas para determinar que el sistema hace aguas.
Dicha acción llega demasiado tarde: el niño muere y esa cantidad es empleada para su entierro. El giro es estremecedor y nos confirma que, después de todo, no hay peor tirano que la vida misma. Ahora bien, me asaltan varias preguntas al reflexionar sobre ello. ¿Las autoridades con responsabilidad al respecto son unos ineptos o, sencillamente, unos comemierdas sin valores?
Perdón por el exabrupto pero las entrañas mandan más que el cerebro cuando ves a alguien sufrir sin merecerlo, sobre todo si es un niño. ¿De verdad pueden dormir de noche? ¿Y la conciencia? Creo que ni estaba ni se le esperaba y, lo que es peor, ni estará ni se le esperará porque nuestros representantes no aprenden ni escarmientan, básicamente porque el electorado es demasiado pusilánime y conformista ya que muchos carecen de criterio propio y, si me apuran, de empatía dado que aplican el precepto de “mientras no me pase a mí”, tan español y tan asqueroso.
Y, por favor, no me vengan con que no hay dinero. Que les pregunten a los Inspectores de Hacienda por los 80.000 millones de Euros que se defraudan cada año en este país. Sí, la cifra es ésa. No me he equivocado ya que uno tiene la virtud de ser muy aseadito en cuestión de números.
Un último apunte. Estoy orgulloso (al contribuir con mis impuestos) de los bomberos, cuerpos de fuerza y de seguridad del Estado, médicos, enfermeros, ... y todos esos PATRIOTAS (éstos sí que lo son) que van más allá de su obligación e intentan ayudar a los más débiles.
Los dirigentes patrios, salvo excepciones, ocupan puestos por enchufe y para servirse a ellos mismos porque, sencillamente, no tienen moral. Este hecho, la falta de ética y moral, es el gran causante de los problemas de este país. Es una idea en la que creo más a medida que me hago mayor, no por los inconvenientes de la vejez sino porque la realidad suele ser tozuda y se nos revela como garante de la auténtica esencia de las acciones.
Es curioso, muchos de esos defensores de la res publica apelan a la Biblia, libro que no han leído (yo sí, a pesar de no ser creyente) pero no le llegan a los talones a ese revolucionario que fue Jesús de Nazaret.