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sábado, 23 de noviembre de 2024 00:00h.

¡Yo acuso!

OSCAR MENDOZA
“Yo acuso a cierto personaje de ser el promotor de toda esta mentira y de ser indigno de los maestros silbadores gomeros que le enseñaron a silbar. Se ha convertido en paladín de la TRAICIÓN más rastrera, ninguneando a Isidro Ortiz, Lino Rodríguez (ya muerto) y a Eugenio Darias. Isidro, hombre bueno y de valores, ha vertido lágrimas por ver el expolio que se ha cometido. ¿Esto no le provoca desazón? ¿No le impide dormir? A mí me afectaría. Pero ya se sabe donde tiene cada cual su nivel ético: unos a la altura de su conciencia, otros a la altura de su ego”

Siempre me gustó la Historia. Ella, madrina del aprendizaje y pilar de lo que vendrá, me bañó con su esencia y no hay día que no piense que quizás equivoqué el tiro convirtiéndome en profesor de secundaria de francés y no en profesor de secundaria de historia. Me pagan por enseñar francés pero me siento realizado cuando leo sobre lo que pasó y, por ende, lo que nos marca, o cuando les cuento a mis alumnos un episodio importante de los años pretéritos.

No tuve muchos profesores excelsos en la Universidad pero los que tuve me marcaron para siempre, aunque no recuerde el nombre de algunos de ellos. Sí recuerdo a Maryse Privat, Marcial Morera, Antonio Álvarez de la Rosa. Éste último dominaba mi alma e hizo acrecentar mi amor por la literatura. Él, sin duda, me habrá olvidado pero yo nunca lo olvidaré.

D. Antonio, Antonio, coño, Óscar, hay confianza, Antonio, puede explicarnos la historia de Dreyfus. Él se atusa su bigote, reflexiona un instante y cuenta el caso de cómo Émile Zola publica un artículo para acabar con la inequidad de condenar al militar Dreyfus por, presuntamente, ser espía alemán a sabiendas de que era inocente. La auténtica razón era que ese hombre era judío, mostrando el poder  de unas élites francesas, antisemitas en su mayoría.

El artículo de Zola, J’accuse! (¡Yo acuso!) demostró su inocencia y creó un terremoto social y político en Francia. Nunca como en ese momento, dice Antonio, la prosa se hizo verdad en aras de la justicia.
Esa última frase la dijo textual y la recuerdo como si fuese ayer, luz de belleza en aquellos años de tanto aprendizaje y de tanta duda. Ahora, el aprendizaje sigue existiendo y la duda no tanto o, mejor, ya no me influye en mi día a día.

Hace poco escribí un artículo sobre el intento de robo del silbo gomero por parte de unos indigentes intelectuales que, no se sabe muy bien por qué, tienen el amparo de numerosos políticos, organizaciones sin ánimo de lucro pero con ánimo de subvenciones, seudocientíficos de medio pelo que denigran la verdad y abrazan la mentira aceptando una idea peregrina y falaz a mayor abundamiento de su megalomanía.

Yo no soy Zola pero soy gomero y amo la verdad. Y, por encima de todo, no puedo estar callado como hacen otros y no cumplir con mi obligación moral.

Así que:

Yo acuso a cierto personaje de ser el promotor de toda esta mentira y de ser indigno de los maestros silbadores gomeros que le enseñaron a silbar. Se ha convertido en paladín de la TRAICIÓN más rastrera, ninguneando a Isidro Ortiz, Lino Rodríguez (ya muerto) y a Eugenio Darias. Isidro, hombre bueno y de valores, ha vertido lágrimas por ver el expolio que se ha cometido. ¿Esto no le provoca desazón? ¿No le impide dormir? A mí me afectaría. Pero ya se donde tiene cada cual su nivel ético: unos a la altura de su conciencia, otros a la altura de su ego.

Tiene su gracia, y aquí está el quid de la cuestión, que investigadores de muchos países y durante muchos siglos nunca informaran de un silbo ARTICULADO que no sea el gomero. Tomás Arias Marín de Cubas y Juan Abreu y Galindo (siglo XVII); Juan Bethencourt Alfonso, Antonio María Manrique y Saavedra, Max Quedenfldt, Joseph Lajard, Charles Edwards, Salmer Brown, Bouquet de la Grye (siglo XIX); René Verneau, Robert Ricard, Luis Álvarez Cruz, Marino de Cavia, Bonnet, Hasler, Herbert Nowak, T. Brusis, Tejara Gaspar, Navarro Mederos, André Classe, Ramón Trujillo, Marcial Morera, … (siglo XX). Ninguno de ellos encontró un silbo ARTICULADO en ninguna isla que no fuera La Gomera. Otra cosa es el silbo pastoril o convencional, acotado a ciertas frases y contextos, que existe allí donde hay pastores y perros.

Uno de ellos, Verneau, dice: “En Canarias todos los campesinos saben silbar y avisarse por este procedimiento aunque sólo en La Gomera los isleños son capaces de mantener una conversación sobre cualquier tema”. Es, como digo, la diferencia entre silbo convencional y silbo articulado. 

Hace cuarenta años, sobre 1984, un amigo mío o, mejor, yo amigo de él, geógrafo lúcido y tenaz, hace un trabajo de campo extenso e intenso en El Hierro. Ningún testimonio habla sobre el silbo ARTICULADO. Es más, D. Eloy Quintero, acopio de sabiduría tradicional de esa hermosa tierra, le dijo: “aquí nos llamamos con el silbo pero hablar sólo los gomeros”. Más claro, el agua.
Además, no hay que olvidar que bastantes gomeros se desplazaron a vivir a El Hierro y viceversa. Las dos islas pertenecían al mismo Señorío desde el siglo XVI hasta principios del siglo XIX. Los herreños eran mejores pastores y los gomeros mejores maestros pedreros. Hubo flujo poblacional en los dos sentidos y eso puede explicar muchas cosas.

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Pero lo que está claro es que el único silbo ARTICULADO era el gomero, quizás por las características propias de su población(hay que recordar que los pobladores de las islas eran muy diferentes entre ellos) y, sobre todo, por la orografía de La Gomera, montañosa y en degollada, perfecta para la expansión del silbo.

Vamos más allá todavía. Ha habido numerosas referencias en periódicos y literatura (por ejemplo Pedro García Cabrera) sobre el silbo gomero pero no ha habido a lo largo de los siglos ninguna referencia a ningún otro silbo ARTICULADO. Una prueba más de que todos éstos, como decía Cervantes, mienten como bellacos.

Y, de repente, a finales de la primera década del siglo XXI, llega el ínclito personaje, que no es ni geógrafo ni lingüista ni investigador y cuya inteligencia no creo que sea ni la mitad de la de cualquier científico que les cité antes, frota la lámpara mágica y descubre un silbo ARTICULADO en la isla del meridiano. Por cierto, hace un congreso de silbo canario acotado a La Gomera y a El Hierro y, tiempo después, vuelve a descubrir, oh gran milagro, un silbo articulado en Tenerife y Gran Canaria. ¿No les parece extraño? ¿No huele todo muy mal, es decir, a excremento intelectual a pesar de barnizarlo con perfume caro comprado por políticos sin escrúpulos y vertido por gente sin alma?

El indigno aprendió a silbar en La Gomera, como ya dije. ¿Por qué no fue a aprender al Hierro con los maestros silbadores que dice conocer? ¿No será que, una vez aprendió a silbar en la isla colombina, se desplazó a El Hierro para completar el silbo convencional de algunos señores mayores haciéndolo articulado MEDIANTE EL SILBO GOMERO? En fin …

Yo acuso a la asociación Yo silbo de bailarle el agua al ya citado, comprometiendo los más mínimos  preceptos científicos e históricos, intentando una huida hacia adelante con cursos de todo tipo, los cuales, es curioso, al principio se denominaban “enseñanza de silbo gomero” y, después, giraron hacia el nombre falaz de “silbo canario”, abrazando así la ignominia.

Esta asociación expone sus tesis con videos para difundir documentales sin ningún rigor científico, sabiendo que la imagen es la panacea de esta posmodernidad que nos ha tocado vivir, donde lo reflexivo y documentado con textos ha pasado, en muchos casos, a mejor vida. En eso, se los reconozco, son muy hábiles, sabedores de que lo iconoclasta bañado con música sugerente vende más que los postulados empíricos que, queda dicho, no aparecen por ningún sitio porque, sencillamente, no les dan la razón.

Esta gente, y otros, presentan conferencias y debates donde confirman la asistencia de gente docta que, al ser preguntada, se asombra al no saber nada al respecto. Ese modus operandi es frecuente y les hace ganar tiempo, además de adeptos por lo que les comentaba antes.

Pero hay un dato demoledor. Escuchen bien o, mejor, lean con atención. Algunos de los alumnos o discípulos aventajados, en un ataque de dignidad y valentía, ven el caminar de la perrita, como decimos en Canarias, y presentan una denuncia ante la Dirección General de Patrimonio por dos delitos intelectuales: copia no autorizada del silbo gomero e intento de destrucción de patrimonio universal. Por cierto, a ver si las autoridades políticas en La Gomera mueven el culo y le dan apoyo y recorrido a esta denuncia.
¿Cómo se les ha quedado el cuerpo? No creo que necesiten más pruebas de toda esta mentira que degrada a La Gomera y, sobre todo, a la verdad.

Yo acuso a pseudocientíficos de medio pelo de sostener esta mentira por razones que no consigo entender, rebajándose hasta cotas insospechadas por afán de protagonismo. Gente adicta a un micrófono y a una foto, ésos que han abandonado la lectura y el análisis riguroso para ocupar un puesto en el equivalente a la telebasura, ésos que no tienen vergüenza en cambiar de opinión según la dirección del viento. 

Muchos de ellos sostenían lo contrario hasta hace poco y ahora se contradicen sin ningún tipo de problemas llegando al extremo de no ponerse colorados, quizás porque la indecencia intelectual les ha consumido la sangre y buena parte de sus neuronas.
No digo nombres porque no les quiero dar publicidad. En mis escritos, como decía un amigo, no cabe el protagonismo de los mentirosos.

Estos elementos se caracterizan por no respetar el método científico, dar informaciones sesgadas ad hoc, presentar y nombrar pero nunca decir en qué parte exacta de un texto se demuestra lo que dicen. En una palabra, repisan la uva del saber obteniendo un mosto que apesta a mentira y que, curiosamente, otros beben haciendo gala de sus increíbles tragaderas.

Yo acuso a ciertos políticos de Canarias de apoyar, a sabiendas, una mentira, por la única razón de crear un sentimiento identitario, falaz pero de amplio espectro, en el que pueda haber unión en un hecho (da igual que ese hecho sea mentira) y conseguir un caladero de votos para seguir manteniendo la poltrona. Ésa es la única razón para destruir la verdad, insultar a La Gomera y postularse como garantes, mediante dinero y medios, de algo que ellos saben no se ajusta a derecho. Desde ese punto de vista son insignes representantes de esa casta política que ocupa un cargo sin tener la más mínima preparación porque ni piensan con la cabeza si sienten con el corazón.

Yo no acuso pero sí emplazo a las autoridades políticas de La Gomera para que dejen de hacer mutis por el foro y cumplan con su obligación, ya que, hasta ahora, han permitido desde hace años que esta bola de mentiras crezca hasta llegar a la situación actual. No consigo entender cómo no han establecido todas las acciones pertinentes para que no nos roben el único patrimonio que tenemos, junto con el Parque Nacional de Garajonay.

Hace ya mucho que, amén de acciones políticas y judiciales, deberían haber convocado una manifestación multitudinaria en La Villa para que toda Canarias sepa lo que está pasando y se movilice la gente de bien, ésa que lucha sin cuartel cuando la causa es justa y que, a veces, sólo necesita una buena razón para luchar. Espero que alguno de ellos lea esto y, en un ataque de dignidad, reflexione y tome medidas. Así lo espero de todo corazón.

Ya ven, yo acuso de hechos muy graves, notorios y sin base científica. Esto ha llegado demasiado lejos y debe pararse ya, incluso haciendo una sentada con los implicados pidiéndoles que demuestren lo que dicen y que no engañen más a la gente. Todo lo que ellos defienden, como decía Shakespeare, lo puede cubrir el silencio. 

Soy bastante escéptico al respecto, conocedor de que hay gente sin valores, sin escrúpulos. Ésos que  no parecen descansar en la práctica de la mentira más abyecta, protegidos por esta época de posmodernidad que nos rodea y que nos provoca arcadas a la gente de bien.