Yo es otro
Pienso mucho en lo que soy realmente, quizás demasiado influenciado por aquellas clases de filosofía del gran Lucio, en La Villa, hace mucho tiempo. Se recuerda lo que se amó y esas clases daban mucho de sí. En ellas, como decía, me enseñaron aquello de nosce te ipsum, conócete a ti mismo, proceso que intento aplicar con frecuencia para ver aquello que no me gusta y me repele de mí o, muy pocas veces, lo que realmente me agrada de esa persona que camina por el mundo intentando cumplir con su obligación y no hacer daño a nadie. Mi hijo me dice que me quiere y eso es suficiente para mí.
Yo es otro, decía el gran poeta Arthur Rimbaud. Somos varias partes en uno o, mejor, una sola parte que funciona de forma diferente según la situación o que consigue pensar cosas bellas y, al poco tiempo, otras que más vale no decir porque son resultado de esa parte de nosotros que nos avergüenza.
Yo no he visto naves de ataque en llamas más allá de Orion pero sí he visto cosas muy sorprendentes, sobre todo antes, ya que ahora casi nada me sorprende. Cosas extrañas, impropias, incluso sucias en gente en la que hubiese confiado a pies juntillas, a la que hubiese dado mi alma porque su mirada era limpia. Esa gente, en el examen final de razonar sin tener en cuenta lo que me conviene, lo pierde todo o, sencillamente, ya no es lo que significaba para ti al haber cruzado un límite que ésos a los que les pesa el corazón jamás cruzarían.
Todo es fácil en ciertos contextos pero basta que ataquen nuestra zona de confort o nuestros intereses para que, en muchas ocasiones, descubramos de qué pasta estamos hecho o lo que realmente es importante. El límite o el exceso, el tener que jugárselo todo a una carta, puede ser una buena fotografía de nosotros mismos. Ya decía Lao Tse que el que no se ha puesto al límite no se conoce.
Las tragedias se suman y parece que nuestro purgatorio no tendrá fin en estos tiempos tenebrosos que han venido, esperemos, para no quedarse.
El virus sigue ahí, apagando sonrisas y acrecentando lágrimas, tragedias que pasan de una familia a otra como una bola caliente que nadie quiere pero que, llegado el caso, tienes que aceptar. La vida no para pero es frenada por algo venido de muy lejos y que nos hace ver que quizás la naturaleza nos está castigando. El egoísmo y la avaricia de unos pocos pueden condenar a la humanidad.
Las costas canarias son el objetivo último de los que vienen huyendo,desesperados, aturdidos, en una actitud que cualquiera de nosotros asumiría si estuviese en la misma situación. Siempre me he preguntado qué clase de vida llevan cuando lo arriesgan todo a sabiendas de que quizás no lleguen. Si el peligro es más sugerente que el quedarse, esto nunca acabará.
Llegan y son atendidos. Hay gente que los insulta y gente que les lleva comida, todo dentro de una misma comunidad, en un ejercicio de temor o de amor. Se les teme no por su piel sino porque son pobres y pueden quitarnos las migajas de este sistema de mierda carente de justicia social. Se les ama porque, a veces, el amor es mas fuerte que ese miedo.
Canarias como objetivo para llegar a Europa. ¿Y qué hacen las autoridades en Madrid y en Bruselas? Nada, mirar para otro lado, mandar un poco de dinero y decir, sin más, que nos las arreglemos. Nuestras islas no pueden soportar esta situación y esos migrantes deben ser repartidos por toda la geografía europea porque ya se sabe que las dificultades compartidas son menos dificultades. Canarias asume su cuota pero no puede asumir todo el problema. Así de fácil.
El yo es otro se revela en todo su esplendor. El que pronuncia palabras bonitas es incapaz de hacer actos humanos y el poder deja ver su auténtico sesgo: sólo quieren triunfadores y consumidores para seguir alimentando la rueda de este sistema que nos hemos dado. Los negritos también son hijos de Dios pero que no se nos acerquen mucho. En fin …
Yo es otro u otros y mientras seguimos esperando la vacuna para que todo siga igual nos negamos a ver un problema que irá a más porque nada tiene que perder quien nada tiene. La vacuna contra el virus llegará en tres meses, demostrando nuestra capacidad para reaccionar. La pobreza y la desesperación no desaparecerán ni aquí ni en muchas zonas del mundo porque hay otros virus que ya nos han destruido el corazón.