Bailando con palabras
Ante mi un té ya frío, un puñado de piedras de recuerdos, un tiesto en el que crece la albahaca y, en mi pensamiento, mil cosas por hacer que no me atraen lo más mínimo...
¡Me pasaría la vida pensando!, me digo.
Entro en ese diálogo de locos conmigo misma, entre demandas y ofertas para ocupar el tiempo que transcurre lento, muy lento.
En realidad, lo único que me apetece es fundirme en un texto, coquetear con las palabras, dejar que las frases me seduzcan, me posean, fluyendo al compás del sonido de las teclas.
Y me paro en seco: no tengo ni guión ni argumento, ni tan siquiera un tema que escudriñar, en el que esconderme.
Por una vez me siento desnuda ante el espacio en blanco, frente a frente, midiendo fuerzas, en la complicidad de un "te dejo si me dejas".
No me apetece escribir de política, ¡ese tema tan manido, tan prostituido y tan manipulado según quien opine!. Hoy no. ¿Para qué? Tal vez mañana. Apuesto que seguirá habiendo más de lo mismo tanto en un lado como en el otro.
Tampoco me conmueve hoy la realidad social que duele hasta desgarrar las entrañas, demasiados flecos, demasiados intereses para que sigan creciendo las diferencias que hacen que todo se parezca...
Y no, no pienso recurrir a sentimentalismos y traiciones dignas de la peor de las alcobas o del mejor de los camastros...Con esto pasa como con el hambre y la política: te hacen desear lo que, supuestamente, casi todo el mundo tiene cuando, en realidad, solo un cinco por ciento de la población lo disfruta, ¡cinismo heroico de unos pocos!
La verdad, solo aspiro a bailar, a imaginar sonidos que me permitan danzar entre palabras, uniendo, desuniendo; inventando historias que no existieron, hasta que no queden letras, hasta que no queden ganas.
Hasta que llegue al punto y final...