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lunes, 16 de diciembre de 2024 09:30h.

Finados: el "Halloween" canario que se desconoce

A las puertas de una de las celebraciones más controvertidas de nuestro tiempo, nos dejamos seducir por el ritual de la magia en una de las noches más fúnebres del año, en la que se mezcla el respeto a lo desconocido con la celebración en nuestras mesas...

Pudiendo resultar una osadía hacer de tal asunto una experiencia satisfactoria, comenzamos nuestra trayectoria marcada por el tiempo, comprobando que lo que fue ayer se disfraza de lo que es hoy, ni más ni menos, y que ese dicho tan popular de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo” recobra un protagonismo más real que nunca.

 

En estas fechas la susceptibilidad está a flor de piel y casi todos, de una forma u otra, conocemos un cuento o leyenda que evocar en torno a unas castañas asadas y un poco de vino nuevo.

Tenerife tiene la suya propia, una leyenda que cobra vida propia estas noches otoñales, nos referimos a Guayota... 

Cuenta la historia que se relata de camino en camino, que Guayota, el demonio, se acercaba entre remolinos de nubes y viento, asustando y ahuyentando hasta a la mismísima coruja, para esconderse en las profundidades del Teide desde donde salía para asustar a los hombres porque no lo adoraban a él sino al gran Achamán, dios grande y sublime de los guanches.
Un día, tras la celebración de la fiesta de la cosecha, los guanches vieron que la oscuridad reinaba en la tierra y Achamán no ocupaba su lugar en el cielo; los campos sembrados con trigo y cebada se mostraban desolados y una plaga de enfermedades recorría la isla, mientras que Guayota cantaba victoria desde la cima del volcán.

Narra la fábula que los guanches rogaron a Achaman y Achaman atendió sus súplicas defendiéndolos. 
Varios días seguidos duró la terrible batalla en la que la isla se recubría de lava y el cielo de cenizas hasta que Achamán, finalmente victorioso, encerró a Guayota, para siempre en el corazón mismo del volcán. 
El  sol liberado volvió a su espacio y la gente respiró tranquila...y Guayota, desde entonces -y según cuenta la leyenda-, permanece cautivo en el cráter, en lo más alto de Echeide.
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Y desde Echeide o desde el Teide comenzamos a descender por los rincones de la isla con nuestra peculiar celebración...

Si, nos referimos a la festividad del velorio de los finados, aunque sean muchos los que desconozcan este nombre...

Antes de que halloween llegara a Tenerife procedente de los países anglosajones hace poco más de una década, la isla ya contaba con su propia fiesta para honrar a los difuntos. 
La fiesta de los Finados tenía lugar la noche del día de todos los Santos, del 1 al 2 de Noviembre.
Sin embargo, actualmente se celebra en la víspera de todos los Santos, aprovechando que la jornada siguiente es festiva.

Y tras años de silencio, cada vez son más los que se suman al rescate de lo propio evitando que se asienten desmedidamente los extranjerismos, bien por moda o, simplemente, por la más inocente ignorancia. Así tenemos que los más jóvenes del archipiélago, en un elevado porcentaje,  no tienen ni idea de que son los finados pero raudamente explican lo que es halloween.

Los Finados o finaos son los seres fallecidos, a los que se recuerda y rinde homenaje en la noche de los difuntos, entre el día uno y dos de noviembre.

Antiguamente era una práctica en la que se reunían familiares, amigos y vecinos a modo de convivencia en una noche peculiar. Se hablaba, se debatía y se comían los frutos de la época, castañas, nueces, manzanas del país, (como las reinetas)...acompañado todo con anís y ron miel por las gélidas temperaturas de la estación otoñal.
Con el paso del tiempo, fue teniendo un carácter lúdico popular, ya que participaba todo un pueblo e incluso se acompañaba la noche con parrandas que amenizaban la finada, celebrada en varios lugares de Tenerife.

En los pueblos marcados por las faenas agrícolas y los cambios de estación, la muerte de una persona no pasaba desapercibida para nadie. Ningún vecino podía ser ajeno a ella y de un modo u otro participaba en el velorio y entierro.

La casa del muerto se transformaba en el centro de actividad social, lo que se convertía en una oportunidad para encontrarse.

Ruth Azcárate, técnico superior del Museo de Historia y Antropología de Tenerife, explica  que la noche de finados tenía lugar en el recogimiento de la nocturnidad, en la intimidad familiar o del vecindario, en la que hacían aparición los "Ranchos de ánimas", unas parrandas formadas generalmente por hombres quienes, con canciones muy monótonas acompañadas de panderos, sonajos y triángulos, recogían limosna para aquellas personas o familias que no podían costear un entierro digno a su difunto, eran los llamados pobres de solemnidad.
Las limosnas servían para comprar ataúdes que se convertían en lechos comunitarios ya que existía la tradición de enterrar directamente en la tierra.

En cuanto a la llegada de Halloween, Azcárate incide en la responsabilidad de hacer ver que nosotros tenemos costumbres en torno a esa época que son similares, por ejemplo, explica,  el "truco y trato" de los pequeños que van disfrazados de halloween ya existía en el pasado con el denominado "Pan por Dios" en zonas como Santiago del Teide

.Pan por Dios

Los más pequeños iban con sus cestas, de casa en casa, pidiendo para los finados. Las vecinos de las puertas en las que se tocaba daban mandarinas, castañas, frutos secos con los que las familias menos pudientes pudiesen honrar a sus invitados en la noche del velatorio del difunto.

Añade la técnico del MHAT que lo que ocurre es que todo se ha descontextualizado en el sentido de que, los pequeños de antaño que llevaban a cabo ese tipo de iniciativas (tan similares al truco y trato de halloween) lo hacían motivados por el velatorio a un difunto o en el entorno de reuniones en las que se hablaba de la muerte

En lugares, como San Juan de la Rambla se celebran los Santitos. 
Según la costumbre el panadero dejaba un pequeño pan a sus clientes fieles de todo el año, denominándolo “Pan por Dios” como muestra de agradecimiento. A este detalle, los clientes respondían con la expresión “que te lo acreciente Dios” -que viene a ser algo así como el “que Dios te lo pague”

Era hábito también que los niños recorrieran cada barrio pidiendo con una cesta decorada el Pan por Dios y Los Santitos casa por casa, tocando en las puertas y recibiendo lo que los moradores buenamente podían: una manzana, chucherías, una naranja, almendras, nueces o castañas.

Y a todas estas dónde queda la calabaza... Dando una vuelta por el mercado de la ciudad, me comentan alguna de las vendedoras de frutas y verduras que en estos días se multiplica la venta de calabaza entera. Cada vez más personas se suman a la práctica de vaciarlas y decorarlas con velas en su interior.

No obstante,  mientras algunos prefieren quedarse con la cáscara, otros saben dar buena cuenta del contenido de la calabaza, tan útil y apreciada en nuestras cocinas, como base indispensable en nuestros potajes, en nuestro puchero, en nuestras tartas y dulces con los que celebrar, si se desea, el día de los Finados, acompañados de esas castañas asadas, manzanas, nueces y la copita de anís o ron miel que harían salir de Echeide al mismísimo demonio Guayota...