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viernes, 15 de noviembre de 2024 00:00h.

Un poquito de asfalto, por favor

Doy ruido a este blog e intento reflejar en sus líneas el calvario que viven unos vecinos del barrio de San Matías, en Taco; para más señas en La Laguna.

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que estamos en clave electoral hasta mayo del 2015  (como poco porque después suma y sigue hasta las generales) y que el alcalde de la Laguna convocó hace unos meses una consulta ciudadana sobre las necesidades de los laguneros a la que algunos han llegado tarde, -me parece ya que el tiempo límite para pedir por esas boquitas finalizaba el 13 de marzo- doy ruido a este blog e intento reflejar en sus líneas el calvario que viven unos vecinos del barrio de San Matías, en Taco; para más señas en La Laguna.
 
Taco es un gran barrio de trabajadores, un barrio dormitorio, limítrofe entre Santa Cruz y La Laguna. A la vez compuesto o descompuesto -según se mire- en pequeños barrios o barriadas.
 
No voy más allá y me centro en San Matías, concretamente en una de sus calles (por llamarla de alguna forma), a la calle Santiago.
 

Está ubicada en el fondo, en el límite con el barranco. Desde aquí, desde unos de sus extremos "sin salida" podemos ver el precioso enlace de la autovía que une la autopista del sur con la del norte. Si miramos al otro extremo y los tremendos escalones nos podemos echar a temblar imaginando un día de tormenta, aguas a bajo, cual río desnortado, ¡lamentable!
 
La excusa de que este ha sido un barrio de auto construcción ya no vale. 
Los vecinos de esta calle, unos 80 o 90, en 14 viviendas, , merecen un mejor acondicionamiento para llegar hasta la puerta de sus hogares.
 

Estos vecinos, sujetos a un plan de barrios y al pago de impuestos, tienen derecho a un cachito de asfalto, como mínimo, ¡digo yo!
Y todo esto sin entrar en el dilema que supone vivir en estas condiciones con problemas de movilidad reducida, sobra explicación...¿o no?
Me aventuro a contar que una de las vecinas de la calle, una señora mayor, trasplantada de hígado, está condenada a ver el mundo desde su ventana porque es demasiado arriesgado subir y bajar esas escaleras, por supuesto, si se llega a ellas después de atravesar su puerta (permítaseme la ironía).
 
 
Me cuenta una de las habitantes del lugar que los niños tampoco están seguros ya que es muy fácil caerse y perder los dientes o los brazos, como ya le pasó a un pequeño de la calle.
Por curiosidad pregunto si a este recóndito lugar del barrio vienen los políticos a saludarles fervorosamente, pidiéndoles confianza y voto... y no, tampoco vienen a  eso.
¡Qué pena!  
¿A ver quien da más?
Miren que aquí puede haber  trueque! ¡Quizás un puñado de votos por un fisco de asfalto!