La Decepción
Me sorprendí con una frase en la definición de la palabra “Decepción” que ponía “la decepción se forma en unir dos emociones primarias, la sorpresa y la pena”, esto es exactamente lo que pienso sobre ella. Por ejemplo, cuando compramos la entrada para un concierto tenemos unas ganas enormes de que llegue el gran día, la ilusión se desborda y el sentimiento de alegría crece por ver a ese cantante que tanto idolatramos. Ese día vamos al concierto y resulta que la compañía quizás no fue la más acertada y el cantante canta en playback y a ti se te cae el mito. En definitiva, un día que para ti era una sorpresa maravillosa disfrutar se convierte en la pena por no ser como tú querías.
La mayoría de las veces la decepción nos la creamos nosotros mismos, tenemos expectativas con actos o personas. Éstas son tan altas que cuando no se materializan como deseamos es como si nos dieran un latigazo en el corazón. Se sufre por lo que se espera y no llega, de lo previsto y no alcanzado, de la expectativa a la realidad. Pensamos que los amigos van a actuar como nosotros damos, damos, damos y no recibimos, o lo que recibimos no está a la altura de lo entregado. No es reprochable, cada uno tenemos nuestras vidas, actitudes, carácter, formas de ser varias, etc…. Aun así, cuando tú estás para todo y contra todo esperas lo mismo y si no se corresponde es cuando llega la decepción.
Las relaciones de pareja se suman al pack de decepciones, lo que deseamos que suceda y no ocurre nunca. Ese sentimiento confuso sopesando si seguir luchando, si va a valer la pena o si la decepción es tal que acabará con lo único que te queda que es el amor. La decepción es un sentimiento extremadamente fuerte, te hace pasar de un estado a otro en una cuestión de segundos.
Además, tiene mucho poder, nos hace sentir frustrados e insatisfechos. Eso crea dolor y rechazo a la situación o persona que lo genera. En estos días leí lo siguiente “siempre hay uno que da más, que demuestra más, que hace más, que quiere más, que busca más y al final es quien no aguanta más y termina marchándose”. Justo las personas que damos ese más siempre hace que la decepción viva con nosotros. Y yo, en los últimos cuatro años, me he limitado hacer eso.
Yo no dejo de dar y querer, todo ello muy intensamente y con ganas. Ahora bien, cuando siento que el resto, amigos o relaciones no me ofrecen lo mismo y me decepciono constantemente corto por lo sano con ese tipo de relaciones antes de que me coma la angustia de sentirme menos, de sentirme no valorada o querida. Cuando no están a la altura de las circunstancias digo adiós sin parpadear ni temblarme el pulso.
La decepción es de esos sentimientos tóxicos como la duda, el rencor, el miedo, la culpa, la frustración o la tristeza. De ellos tenemos que huir como si no hubiese un mañana ya que si nos atrapan nos costará salir una eternidad cuando nos costó sentirlo un microsegundo.
La decepción sólo entra en nuestras vidas por el tiempo que se lo permitamos, tenemos la llave así que usémosla. Tomemos las actitudes de los demás para con nosotros como un regalo, que en el caso que no nos guste lo podemos devolver o cambiar. Aquí vinimos a ser felices el mayor espacio de tiempo que se pueda. No nos boicoteemos.