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viernes, 15 de noviembre de 2024 00:00h.

El que piensa pierde

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Siempre he escuchado que amar es fácil pero odiar no tanto, la mayoría de las personas han sido capaces de sentir uno de esos sentimientos y no es el odio. Preguntando a un gran número de personas la respuesta prácticamente fue siempre la misma, han amado pero no han odiado.

 Considerando las contestaciones y mi experiencia propia valoro que realmente se hace bastante frecuente amar pero llegar a odiar es un término tan sumamente duro, que ni siquiera conseguimos sentirlo un número elevado de personas. Toda esta reflexión me llevó a determinar que normalmente nos resulta más satisfactorio quizás perdonar o incluso dejar pasar, que gastar energías tan valiosas para experimentar negatividad, rabia, rencor y todo lo que conlleva odiar a alguien. 

Ahora bien, me planteé si había algo hacia lo que sintiese odio y después de una exhaustiva búsqueda y evaluación sí, encontré algo hacia lo que lo siento. Y, es, nada más y nada menos que “ La ansiedad”.
Odio ese trastorno que por momentos muy largos e importantes en mi vida me han hundido por completo.

La ansiedad se genera entre otras cosas; por el miedo, duda, sentimiento irreal hacia el futuro inmediato o a largo plazo. Temer a lo que nos pueda suceder en un momento o lugar determinados, temer a una situación, cosa o persona. Nos hace sentir pequeños, insignificantes y débiles ante todo y todos.

Si hay un sentimiento horrible, exceptuando la pérdida de alguien, ese es la ansiedad. Y esto es peor porque la originamos con nuestra mente y no con nuestro corazón. Para más inri la creamos nosotros mismos, no un agente externo. Es un sentimiento causado no sentido.

Las fobias son mortales en ocasiones. Ese algo que te la produce ya sea persona, lugar, animal o recuerdo te paraliza al mismo tiempo que te acelera el corazón. El miedo genera duda y la duda genera ansiedad.

Es más que sentir miedo, es un temor irracional. No miento cuando digo que te paraliza porque es así, quién lo ha sentido alguna vez sabe de qué estoy hablando. Se nos manifiesta de diferente forma a cada persona, algunas coincidimos en ocasiones en los efectos que nos causa, y otras no, lo que sí está claro que tiene un vínculo de unión y es la ansiedad.

Intentas evitar en tu vida todo contacto con dicho miedo, por lo tanto, la vida se organiza  acorde a tus necesidades, en ocasiones demasiado extremas, por ejemplo; tienes miedo a subir en avión pero te encanta conocer nuevos destinos, vives limitado por un miedo que no te permite seguir el ritmo de vida que te gustaría. Tienes miedo a un lagarto, pero te encanta la naturaleza, te ves limitado a realizar determinados pateos porque está lleno de esos bichos. Sin duda todo ello es objeto de nuestra mente, ni una cosa ni la otra generan un daño en sí,  pero para el que siente fobia, la ansiedad en esos momentos se lo come, literalmente hablando. 

La ansiedad es posesiva, es un hechizante de mentes. Para quién la sufre es lo peor que le puede pasar, no controla su propia mente, es una lucha con el corazón constante. Tiene el vicio de engañarnos, por ello tenemos que estar alerta. Activar la alarma para no dejarnos intimidar y atacar en nuestro estado decadente.

Es muy duro sufrirla, entre otras, porque sientes que nadie se encuentra como tú, que algo te va a pasar porque el corazón te va a dos mil pulsaciones por minuto, porque te duele el brazo izquierdo, sensación de mareo, náuseas, desorientación, debilidad en extremidades, podría nombrar un sin fin de síntomas, todos ellos generados por nuestra mente. Cuesta muchísimo trabajo identificar la realidad de la ficción en cuanto a estado ansioso nos referimos, pero hay que prepararse por si alguna vez ese bicho maligno acude a ti.

No es coincidencia que los médicos, científicos afirman que no hay nada como una mente sana, y es real, la mente es lo peor que tenemos, porque de fallarnos nos hunde. Sólo hay que trabajar duro para que eso no suceda. Hay que luchar y en estos casos nosotros solos somos nuestra salvación, porque es una guerra mente-corazón constante.

Uno de los problemas que ocurren en estos casos es creer que nadie nos entiende, que nadie ha pasado por lo mismo y por supuesto creer que estamos locos porque la cabeza va a un ritmo inusual. Ojalá más personas fuesen capaces de normalizar que esto se sufre y es una enfermedad que hay que sobrellevar con una entereza increíble, porque sin duda es muy sufrida. 

Son noches sin dormir, lugares a los que no se pueden asistir, personas que perdemos en nuestras vidas durante el camino por pura incomprensión (de esto valorar, que quizás para tener gente así al lado mejor no), incongruencia corporal, tortura mental y dolor infinito en el alma. 

Pero somos muchos los que lo hemos pasado y pasamos por este estado. Este es un tema demasiado duro, largo y con una información demasiado extensa para una simple reflexión.Pero quería aportar un poquito de mí y de un asunto preocupante para miles de personas. 

Así que aquí estamos, somos un grupo extenso, por lo tanto, vamos a darnos la mano y sentir, sentir, sentir, porque “El que piensa pierde”, mejor sintamos, que es más real.