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lunes, 16 de diciembre de 2024 19:20h.

El caciquismo gomero durante la Restauración (1874-1931)

La ausencia de conflictos sociales de importancia que enfrenten a la exigua clase dominante y al campesinado explica en buena medida que el sistema caciquil haya alcanzado un desarrollo pleno en la isla de La Gomera durante la Restauración.

 

Foto de Leoncio Bento (medio)
En el centro, Leoncio Bento

La ausencia de conflictos sociales de importancia que enfrenten a la exigua clase dominante y al campesinado explica en buena medida que el sistema caciquil haya alcanzado un desarrollo pleno en la isla de La Gomera durante la Restauración.

Este enervamiento persistente de la lucha de clases viene determinado por condiciones de variado carácter: una excesiva personalización de las relaciones económicas fruto de la generalizada pervivencia de la medianería; una rígida estructura de clases reacia a cualquier atisbo de alteración; peso de la pequeña propiedad agraria y existencia de un mecanismo regulador de tensiones sociales como es la emigración a Cuba que no dejará de funcionar a lo largo de todo el período.

De esta articulación básica del sistema caciquil forman parte todos aquellos elementos que permanecen invariables a lo largo de la Restauración. Se trata, en primer lugar, del rígido entramado de relaciones de medianería en la agricultura a través del cual un considerable número de campesinos está políticamente unido a los grandes propietarios multifundistas, integrantes siempre de uno u otro grupo caciquil.

En segundo lugar, el control de la administración y de los ayuntamientos proporciona un valioso poderío que brota, de forma inmediata, del cultivo del favor personal y de la ascendencia que sobre una población abrumadoramente analfabeta otorga el manejo del aparato burocrático; simultáneamente, da pie a la coacción electoral por parte del funcionariado, de los recaudadores o de las autoridades municipales y gubernativas.


¿De dónde proviene este poder caciquil?

Además de su desahogada posición económica, del apoyo prestado, a lo largo de estas casi cinco décadas, por el grupo caciquil dominante en una u otra de las islas centrales del Archipiélago a que está vinculado.

Mientras está vigente el pactismo y, particularmente, en los primeros años del siglo XX, no es comprensible la entereza del caciquismo conservador gomero si no se tiene en cuenta el amparo proporcionado por Fernando León y Castillo.

Pero si existe un rasgo que infunde acusada personalidad al sistema caciquil de las islas periféricas del Archipiélago es su supeditación a los grupos caciquiles de una u otra de las islas centrales, Gran Canaria o Tenerife.

Hasta 1910 tal supeditación está inscrita en el espacioso marco del pactismo, fórmula mediante la cual el Partido Liberal Canario que lidera Fernando León y Castillo fortalece su dominio sobre los resortes del poder provincial y le permite contar con órganos de expresión adictos a sus directrices en las Canarias Occidentales. Hasta bien entrada la década de los 90, el caciquismo gomero permanece fiel al conservadurismo tinerfeño de Feliciano Pérez Zamora.

Pero a partir de dicha fecha, una vez que se hubo deshecho este pacto, se llegará una larga etapa de casi dos décadas de duración cuyo distintivo es la trabazón directa del caciquismo dominante gomero con el liberalismo grancanario; es el período del nepótico dominio de los llamados “acanariados”, que no se extinguirá hasta la fecha en que La Gomera se vea elevada a la categoría de distrito electoral en virtud de las reformas político-administrativas derivadas de la conocida como Ley Canalejas y que debilitan, lógicamente, la política de pactos.

Entre los grandes caciques políticos de esta época destacan: Domingo García en Vallehermoso, Leoncio Bento en Agulo y Ciro Fragoso en Hermigua. A partir de 1910, y escudándose tras un desaforado antileonismo, será el caciquismo tinerfeño el que-pase a tener en La Gomera un dócil y duradero predio político merced a la hegemonía insular, por un lado, de una alianza entre conservadores datistas y liberales albistas, y por otro lado, mediante el establecimiento del Partido Republicano en la isla.

A partir de esta época el caciquismo entrará en una fase de lento declive. El emigrante que retorna de Cuba -y lo hará masivamente a comienzos de siglo- es el primer factor disolvente del sistema caciquil a enumerar.

En primer término, con él se introducen en la isla concepciones políticas novedosas, progresistas, interiorizadas en la convulsa república americana en que ha residido. En segundo, y principalmente, el dinero indiano de que es portador socavará la base material sobre la que descansa buena parte del edificio caciquil mediante la compra de tierras pertenecientes a los grandes propietarios tradicionales para poner en explotación el cultivo del plátano y la construcción de infraestructuras (como el pescante de Hermigua).

Simultáneamente, va germinando, en torno al comienzo de la construcción de la carretera del norte de la isla hacia 1917, una incipiente clase obrera que, dada su relativa autonomía, está en condiciones de eludir la excesivamente personalizada relación caciquil y de promover los primeros atisbos de conflictividad social.

La dictadura de Primo de Rivera contendrá la marea por unos años y adormecerá momentáneamente una contienda caciquil que de nuevo, tras la proclamación de la II República, se reanudará con equiparable intensidad, aunque poniendo muy pronto en evidencia que el caciquismo sólo era eficaz como forma de dominación política -y de control electoral- en una determinada etapa de desarrollo económico y de la lucha de clases de la sociedad gomera; en 1933 el empuje del movimiento obrero en Vallehermoso y Hermigua obligará a los atávicamente irreconciliables grupos caciquiles a agruparse en el seno del Partido Republicano Radical para defender unos comunes intereses de clase que ahora peligran.

El contrapunto, en este trance, de la II República, será útil para constatar que en el instante en que se producen modificaciones sustanciales en las relaciones de producción y, consiguientemente, en la estructura de clases (es decir, el trabajo asalariado y la génesis de una clase obrera relativamente autónoma en lo económico y en lo político) el caciquismo, como forma de dominación política, se manifiesta incapaz.

No resulta improcedente, concluir, por tanto, que el caciquismo se nutre de la estructural desmovilización política de los grupos sociales gomeros no dominantes.