“Pero, yendo más allá, también debemos contar con unos pilares sociales, esto es, comunes a todos, unos mínimos que nos cohesionen dentro de la diversidad, unas fronteras de dignidad que el mercado, Dios eterno al que rezan los privilegiados, no pueda romper ya que debe ser terreno prohibido para el negocio y la competitividad. Ahora estamos pagando caro el haber permitido que algunos cruzaran esa frontera, pisoteando lo común para acrecentar su cuentas corrientes expedidas en algún paraíso fiscal bañado con chocolate suizo o en ciertos países del caribe donde el sol calienta a ritmo de secretos bancarios.”