Dos muertos, uno de ellos una niña de 13 años, en un tiroteo en Albacete
P. Rodríguez/R. Ruiz.-Un hombre de 39 años acabó ayer con la vida de Almundena, una niña de 13 con la que había mantenido una relación sentimental en la pedanía albaceteña de El Salobral. Juan Carlos A. A., conocido en el pueblo como «El jardines», no pudo superar la ruptura. La relación se hizo añicos cuando los padres de Almudena, hija única, denunciaron al presunto homicida por mantener una relación sentimental con una menor de edad. Sin embargo, «El jardines» insistía en perseguir a la joven y las denuncias se multiplicaron, hasta el punto de que la familia de Almudena logró una orden de alejamiento contra Juan Carlos, que rompió en varias ocasiones.
De poco sirvió. Ayer por la tarde, el presunto homicida repitió su recorrido habitual. Acudió a un bar a tomar un café. En ese momentom, nadie sospechaba nada de lo que iba a ocurrir. Sereno y tranquilo, explicó a algún vecino que cojeaba por un accidente de tráfico.
Poco después fue al encuentro de la niña, que estaba acompañada por una amiga de 12 años, cerca de la iglesia parroquial. Ésta logró escapar para dar aviso de lo que ocurría. Juan Carlos iba armado con un fusil y una pistola y antes de acabar con su vida de tres disparos, le propinó una brutal paliza, según relató un testigo de los hechos.
De inmediato, comenzó su huida. Por el camino, en la calle Mayor, se topó con Agustín D., de 39 años, que había aprovechado el descanso del partido de fútbol que estaba viendo por la televisión para salir a fumar un cigarro. En ese momento, Juan Carlos comenzó a disparar y acabó con su vida de un disparo en la cabeza. «El jardines» hirió a una tercera persona, el abuelo de la menor, que sufrió un impacto de bala en el hombro. Fue trasladado al Complejo Hospitalario Universitario de Albacete, pero su vida no corre peligro.
El pueblo estaba con el corazón en un puño. Más de 50 efectivos policiales tomaron sus calles, cortaron las vías de entrada y de salida y les prohibieron salir de sus casas. El asesino andaba suelto. Los teléfonos echaban humo. Todos estaban pendientes de la radio y la televisión.
Permiso de armas
La noticia cayó como una losa. Juan Carlos tenía fama de ser una persona extraña, pero nadie pensaba que pudiera hacer algo así. Un vecino relataba a este periódico que pasaba por un momento difícil. «Tuvo un taller de motos, pero ahora estaba en paro. Además, le gustaban mucho las armas. Tenía licencia y un arsenal en su casa».
Isabel no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Una llamada le salvó la vida. Estaba en su peluquería, con las llaves en la mano para regresar a casa. En ese momento, un sobrino la avisó y decidió aplazar su regreso. Poco después escuchó los disparos, se asomó a la ventana y vio el cuerpo sin vida de Agustín tirado en la calle. Isabel, visiblemente nerviosa, observó como una de las balas había atravesado el coche de su padre, aparcado en la calle. A las puertas de su casa, dos guardias civiles custodiaban el vehículo.
Según pasaban las horas, el nerviosismo aumentaba. Nadie sabía dónde estaba Juan Carlos y nadie podía moverse de sus casas. A pesar del amplio dispositivo desplegado, no conseguían dar con su paradero. La búsqueda se prolongó hasta bien avanzada la noche. Los agentes pudieron localizarlo en una zona de campo cercana, concretamente en un maizal, pero el presunto homicida logró escapar del operativo.