“La fe hacia nuestra virgen se acentuaba en esos días y todo parecía más religioso, más apaciguado, más hacia el interior. Yo, primero creyente por obligación y después agnóstico por convicción, todavía recuerdo el incienso de la iglesia, los cantos de las bellas voces de nuestras princesas, Sofía Morales, por ejemplo, el recogimiento previo a la verbena, empezar a darse la paz en el templo sagrado y acabar abrazados ante unas copas de vino en cualquier ventorrillo presidido por el olor a carne de cochino y decorado con pencas”