El paso del tiempo parece situarnos en el mismo punto de partida, como si solo unos pocos recordásemos que la realidad archipielágica nos condiciona de lleno en nuestras metas de futuro.
Nuestros padres y abuelos siempre nos han contado que lo más difícil en una guerra es la posguerra, pues las secuelas que dejan los conflictos bélicos en la sociedad son muy difíciles de eliminar por completo.
Pero el Silbo Gomero no es de nadie y es de todos a la vez. No quiero confundir al lector con esta afirmación que a priori puede parecer una paradoja. Este lenguaje existe gracias a los hombres y mujeres que lo practican y de ellos depende su pervivencia.
El romancero ha encontrado en La Gomera su reducto de vida, arraigándose en nuestra cultura con tal fortaleza como la laurisilva hunde sus raíces en la tierra.
Canarias lleva meses sufriendo una crisis migratoria que nos encoge el alma y ahora, Ceuta se suma a estas imágenes en las que se nos queda la mirada congelada al contemplar tanto sufrimiento, dolor y desesperación en las personas que llegan a duras penas a orillas españolas...
Desde que el maldito virus entró en nuestras vidas poniendo todo patas arriba hemos estado librando una batalla día a día con un contrincante que no nos lo ha puesto nada fácil.
Son infinitas las citas que se han escrito a lo largo de la historia de la humanidad en clara referencia a la educación como llave esencial para abrir la puerta al conocimiento, al pensamiento crítico y por supuesto, a la libertad.
Ya lo dijo Karl Marx: “El hombre no es un ser pasivo sino activo y el trabajo o la actividad personal, la expresión de sus capacidades físicas y mentales, el lugar donde el hombre se desarrolla y perfecciona”.
Todas las previsiones apuntan que este año será más que duro y que el avance hacia la recuperación no llegará hasta bien entrado el 2022, pero las administraciones públicas tenemos el deber de facilitar ese impulso que permita que esos primeros pasos hacia la reactivación se den cuanto antes.
Si algo nos ha enseñado esta crisis es que tenemos que ser solidarios con aquellos que peor lo están pasando, que tenemos que tender la mano a los más débiles y que tenemos que apartar nuestros deseos más egoístas para atender a los más vulnerables.
Igual que el viento, la lluvia y las olas erosionan nuestro paisaje, convirtiendo nuestra escarpada costa en montículos de arena, el virus que llegó a nuestro país hace ya más de un año ha erosionado drásticamente nuestras vidas, sueños y metas.
Todas las restricciones que se han aplicado desde el inicio de esta cruel pandemia, hace ya más de un año, han tenido como único objetivo el de frenar la curva de contagios.
Algunos me tacharán de utópico, pero lo cierto es que estoy plenamente convencido de que podemos lograr ese cambio que no hemos alcanzado a lo largo de la historia reciente de las Islas, ya que se dan los condicionantes para ello.
La pandemia ha modificado nuestros hábitos. Hemos tenido que dejar a un lado los abrazos y los besos para aumentar la distancia social y evitar con ello dar oportunidades de expansión al maldito virus.
A pesar de que el plátano canario bien merece una oda, este artículo persigue un fin distinto, que no es otro que defender al corazón del sector agrario, al último gran cultivo de nuestra región. Esta fruta conquistó nuestros paladares a finales del siglo XIX, cuando comenzó a explotarse como monocultivo en las Islas, y hoy es uno de los pilares indiscutibles de nuestra economía.
De sobra son conocidos los estragos que está haciendo la Covid-19 en nuestro tejido productivo, unos efectos que tienen al planeta entero tambaleándose ante tal desbarajuste económico y social del que no nos libraremos pronunciando un hechizo.
La condición de las Islas, marcada por su lejanía y aislamiento, ha avivado la perspicacia de sus habitantes a la hora de emprender nuevos canales de comunicación para acortar los kilómetros de distancia que las separan entre sí y con la Península y el Continente europeo.
La belleza natural de las ocho islas, sus impresionantes paisajes, su singular cultura, su exquisita gastronomía, su gente amable y hospitalaria, y por supuesto, su clima incomparable, suscitan los desvelos y suspiros de muchos que sueñan con pasar su periodo estival en esta tierra, que por este sinfín de bondades es conocida como Las Afortunadas.
En estos momentos se convierte en obligación dejar a un lado los egos partidistas, los réditos políticos y las rencillas para actuar con responsabilidad ante una complicada situación que demanda, a todas luces, sensatez para sumarse al consenso y al esfuerzo común.
´Son muchos los episodios de nuestra reciente historia en los que Sito se ha dejado la piel y en este caso, la voz, para tratar de ayudar a los demás, siempre de una forma altruista y desde la más transparente humildad, porque no entiende de egoísmos, competencias y ni de ese afán por destacar´
Por aquel entonces nadie pensó que estos cinco ciudadanos alemanes que se alojaban en una residencia vacacional en Hermigua fueran a ser portada de los rotativos del día siguiente. Nadie pensó que La Gomera se convertiría en un laboratorio para crear los protocolos y las primeras acciones que se emularían poco más tarde en otros lugares.
Son muchos a los que cada día, cuando suena el despertador, se les hace cuesta arriba vestirse y armarse de fuerzas para abrir su comercio, gimnasio, restaurante, cafetería, tienda o incluso su alojamiento turístico.
Si 2021 fuese una película, nos hubiera enganchado a todos desde los primeros minutos. Apenas han transcurrido unos días de este flamante año y ya tenemos contenido para un gran film de acción digno de la gran pantalla.
Como si de un regalo navideño se tratase, este 27 de diciembre llega la vacuna a Canarias y, si bien no eliminará al virus de un plumazo, supondrá un importante paso para ganar esta batalla.